Por un azar, cortazariano diría yo, acabo de leer la autobiografía que escribió Miles Davis en 1989, dos años antes de su muerte, junto con el periodista Quincy Troupe. El libro es un recorrido por los más de 50 años de trabajo artístico de uno de los más admirados y recordados trompetistas de jazz que ha sabido dar la tierra estadounidense, de sus éxitos, de sus amores y de los desprecios que le tocaban por ser negro y talentoso.
Miles Dewey Davis III nació en 1926, hijo de un dentista y una profesora de música. Crece en East St. Louis, Illinois, en una acomodada clase media. Se enamora de la música desde joven y, obstinado y orgulloso como era, decide irse a estudiar a la prestigiosa escuela de música Juiliard, que abandona más adelante por considerarla obsoleta y “muy blanca” para dedicarse a tocar en la Calle 52 en Harlem, la cocina del bebop, junto a Charlie Parker y Dizzy Gillespie, sus dos grandes maestros. Sigue leyendo